Estudiante del Doctorado en Filosofía en la Universitat Autònoma de Barcelona y profesor de asignatura en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.
En su manuscrito de 1953,
Heidegger realiza una crítica a este concepto de técnica debido a que implica una relación de dominación con la naturaleza al convertirla solamente en un recurso natural, en una “reserva”. En este sentido, todo lo que produce la técnica moderna queda enmarcado dentro de ese modo inauténtico de relacionarnos con el mundo, lo cual, de acuerdo con el autor alemán, representa un peligro.
Tres cuartos de siglo después de la reflexión heideggeriana sobre la técnica, la
tecnología contemporánea siguió el mismo curso del
Si bien nunca ha habido aspecto humano que escape de la técnica, en el contexto actual no
se trata solo del carácter antropológico universal de la misma, sino de la lógica
mono-tecnológica que impone. El mundo, con toda su diversidad, parece inclinarse hacia
una estandarización de los modos de relación tecnológica. Facebook, por mencionar un
ejemplo, podrá alojar millones de relaciones diferentes, pero siempre enmarcadas dentro
de los
Esta es la problemática a la que se enfrenta el filósofo Yuk Hui en
Tesis: la tecnología es un universal antropológico; puede ser entendida como exteriorización de la memoria y liberación de los órganos, tal como lo han formulado antropólogos y filósofos de la tecnología.
Antítesis: la tecnología no es un universal antropológico; es posibilitada y
constreñida por cosmologías particulares que van más allá de la funcionalidad o
utilidad. Por consiguiente, no existe una única tecnología, sino múltiples
cosmotécnicas (
Uno de los factores determinantes en la evolución humana ha sido la invención y el uso de las herramientas; desde las piedras talladas que nuestros antepasados evolutivos utilizaban como instrumentos de caza durante el Pleistoceno, hasta el reciente desarrollo de la computación cuántica. Para Hui, este fenómeno ha sido interpretado en el siglo XX por disciplinas como la filosofía, la antropología y la historia como un universal antropológico, tal como queda explícito en el pensamiento de Heidegger, pero también en el del paleontólogo francés André Leroi-Gourhan, quien consideraba a la tecnología como una extensión de los órganos y una externalización de la memoria; o la de Joseph Needham, que comparó los desarrollos tecnológicos de occidente y oriente en términos de mayor o menor avance.
Hui asevera que su intención no es la de impugnar la universalidad de la tecnología, sino
la de plantear nuevas maneras de aproximarnos a ella que no necesariamente sean vistas
desde la perspectiva occidental, la cual supone una desconexión de la tecnología con la
realidad sobre la que se fundamenta, especialmente cuando, detrás de este deseo de
universalización, se asoman los efectos del colonialismo, la modernización y la
globalización, que desembocan en una cultura mono-tecnológica donde “la tecnología
moderna se vuelve la principal fuerza productiva y determina en gran medida la relación
entre seres humanos y no-humanos, el ser humano y el cosmos, la naturaleza y la cultura”
(
Esta cultura mono-tecnológica, imbricada profundamente en las dinámicas militares y del capital actuales, traza arbitrariamente una línea temporal -una sincronización- que se presenta como totalizante, lo cual da la ilusión de que toda la tecnología es usada de la misma manera por todos sus usuarios.
Para combatir este ímpetu dominante de sincronización y lograr re-enmarcar el
La fragmentación implica hablar de la técnica en tanto cosmotécnica, concepto que ya
había adelantado en su libro
Estos son, a grandes rasgos, los argumentos que se encuentran de fondo en esta colección de escritos. En primera instancia, Hui despliega una crítica en contra de la interpretación del colapso de occidente como un apocalipsis mundial, producto del pensamiento sincronizado. El primero de sus ensayos demuestra la visión hegemónica occidental que interpretó los ataques del nueve de septiembre en Nueva York como la derrota del proyecto ilustrado.
Según Peter Thiel, filósofo de formación y uno de los personajes más relevantes en
Silicon Valley, los ideales progresistas y liberales de la Ilustración hicieron de
occidente un lugar vulnerable. Esta postura, que tiene como preocupación el declive de
la civilización occidental, reaparece en los demás ensayos, por ejemplo, cuando Hui hace
referencia a un artículo publicado por Henry Kissinger en
La preocupación por el fracaso del proyecto ilustrado occidental ha desembocado en
movimientos neo-reaccionarios como el del
Si se habla de acelerar el colapso del capitalismo para llegar a un nuevo orden, es porque se asegura que el tecno-capitalismo ha tenido los mismos efectos en todo el mundo, cuando es evidente que mientras unos países presumen de su progreso tecnológico y las ganancias económicas de la tecnología, otros países sufren las consecuencias simbólicas y materiales de estos efectos (por ejemplo, los basureros de electrónicos en África).
El concepto de cosmotécnica que el autor propone como modo de fragmentación proviene del
concepto kantiano de cosmopolítica. Para Hui, Kant percibe una relación necesaria entre
esta y la naturaleza. La única manera de llegar a una paz perpetua como modelo político
es mediante la producción de una historia universal de la especie humana, y esta
producción demanda un progreso de la razón que, a su vez, se presenta como
De acuerdo con Hui, la cosmología “es central para el concepto de ‘naturaleza’ y de
‘ontología’ de los antropólogos, ya que dicha ‘naturaleza’ se define según distintas
‘ecologías de relaciones’ en las que pueden observarse diferentes constelaciones de
relaciones […]. Estas multi-ontologías se expresan como multi-naturalezas” (
No obstante, el reconocimiento de multi-ontologías o de multi-naturalezas es solo el primer paso, uno que otras disciplinas como el poscolonialismo ya han dado parcialmente. Se trata, además, de intentar buscar formas de solidaridad que no se queden en lo meramente abstracto y universal, como es el caso de la paz perpetua enunciada por Kant. En cambio, es necesario buscar solidaridades concretas que respondan a problemáticas situadas, como ha sucedido en el contexto de la pandemia:
La verdadera co-inmunidad no es solidaridad abstracta, sino que parte de una
solidaridad concreta cuya co-inmunidad debería servir de base para la próxima oleada
de globalización (si es que la hay). Desde el comienzo de esta pandemia ha habido
numerosos actos de auténtica solidaridad, en situaciones en las que resulta de suma
importancia quién nos hará las compras si no podemos ir al supermercado, quién nos
dará una máscara si necesitamos acercarnos al hospital, quién ofrecerá respiradores
que salven vidas, etc. Hay también solidaridades entre las comunidades médicas que
comparten información con vistas al desarrollo de vacunas (
Hui retoma estas ideas de la filosofía de Gilbert Simondon, quien habla de los objetos
técnicos en sus grados de abstracción y de concreción. Los objetos técnicos abstractos
“son desmontables y móviles […]. Los objetos técnicos concretos son aquellos que se
cimientan (acaso literalmente) en los mundos humano y natural, entre los que actúan como
un mediador” (
Hui se pregunta, además, sobre el papel que tienen o tendrán las máquinas en este mundo y
su ecología. Más que tratar de seguir la postura organicista que tanto se ha planteado
en la tecnología -donde se trata de equiparar, al modo de la cibernética, los sistemas
tecnológicos con los sistemas naturales o biológicos-, el autor afirma que no se trata
de introducir la máquina a la ecología, sino de configurar una
El fundamento de la ecología son las diversidades, ya que solo a partir de las
biodiversidades (la variedad y variabilidad de genes, especies y ecosistemas) es
posible conceptualizar el sistema ecológico. Para discutir la ecología de las
máquinas necesitamos un concepto análogo al de biodiversidad: la
Hui utiliza como ejemplo el uso de pesticidas que, si bien es eficiente a corto plazo, posteriormente afecta de manera significativa a los ecosistemas naturales; sin embargo, antes de la introducción de los pesticidas, existían diversas formas de tratar las plagas, las cuales eran más sustentables y respondían a la diversidad biológica de cada región.
El autor advierte que este énfasis reiterado en lo local no implica un regreso al
etnocentrismo ni a los nacionalismos, que se basan en el modelo de políticas
identitarias que hemos visto extenderse durante las últimas décadas, sino a “la
capacidad de reflexionar sobre el devenir tecnológico de lo local y de evitar
replegarnos a alguna forma de tradicionalismo, para que múltiples localidades puedan
estar en condiciones de inventar su propio pensamiento y futuros tecnológicos” (
El libro concluye con un ensayo sobre los límites de la inteligencia artificial en el
contexto actual. Comúnmente se piensa que los sistemas inteligentes, como los
ordenadores y sus algoritmos, ya han superado las capacidades de los humanos y, por lo
tanto, estos últimos serán reemplazados por las máquinas eventualmente. Hui hace una
crítica a esta postura que percibe la inteligencia solo como un procesamiento de
información y menciona que, en cambio, es necesario incluir en ella los modos
no-racionales de relacionarnos con el mundo (como sucede con el arte y la religión). La
inteligencia artificial ofrece la posibilidad de construir una