Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y profesor adjunto de la Escuela de Humanidades (UNSAM) y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UBA), Argentina. Actualmente se desempeña como investigador y becario posdoctoral (CONICET) en el Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas, Argentina (LICH-CONICET-UNSAM)
Este artículo presenta un estudio exploratorio de las controversias que emergieron en México desde finales de los años setenta debido al incremento del proceso productivo de la nucleoelectricidad y al surgimiento de nuevas voces de oposición tras el accidente de Fukushima en 2011. A partir de la articulación entre literatura sobre controversias, resistencia a las tecnologías y política contenciosa, se identifican los actores y los argumentos que conforman los procesos de discusión por el desarrollo nuclear en la esfera pública, así como las continuidades, las rupturas y los impactos de la resistencia que se han registrado durante la últimas tres de décadas
This article introduces an exploratory study on controversies that arose in Mexico since the late seventies till the present time due to the nuclear power production. Contextualized in a scenario characterized by the existence of projects that seek to boost nuclear energy and with it, the appearance of new resistant voices that emerged after the Fukushima nuclear accident in 2011. Reviewing literature on controversies, resistance to technologies and contentious politics, we identify key actors and arguments that conforms processes of public discussion regarding nuclear power. Furthermore, we analyze continuities, breaches and the impacts of the opposition in the last three decades.
A comienzos del nuevo milenio, los sectores promotores de la energía nuclear buscaron reimpulsar la producción de la nucleoelectricidad al presentar esta fuente de energía como limpia y capaz de mitigar los efectos del cambio climático. Uno de los argumentos centrales (sostenido principalmente por organismos como la Organización Internacional de Energía Atómica, OIEA, los trabajadores, las empresas o las instituciones vinculadas con el sector nuclear) fue que la nucleoelectricidad, a diferencia de otras fuentes de energía que utilizan combustibles fósiles, no produce emisiones gaseosas que puedan contribuir con el incremento del efecto invernadero.
En este escenario, la Secretaría de Energía de México (SENER) creó en 2006 un comité de apoyo para la toma de decisiones en materia de energía nuclear, con el objetivo de analizar las posibilidades de la expansión de la capacidad de generación de energía nucleoeléctrica y los proyectos de la repotenciación de los dos reactores que funcionan en el país desde hace tres décadas en Laguna Verde, en el estado de Veracruz.
Mientras que en 2007 el Programa Sectorial de Energía presentaba a la tecnología
nuclear como una opción para la producción de energía, se contempló la construcción
de nuevas centrales de potencia en la reforma energética de 2013 y en múltiples
proyecciones elaboradas por la SENER. De este modo, la nucleoelectricidad se
consideró como “clave para México en sus metas de generación de energía limpia para
2024” (
En este marco de expresiones públicas de interés por el desarrollo nuclear y del resurgimiento de voces de oposición, este artículo presenta un estudio exploratorio de las controversias que han surgido en México desde finales de los años setenta debido al proceso productivo de la nucleoelectricidad. Se presta especial atención a las características y las particularidades de las controversias a partir de la identificación de los actores y los argumentos que conforman en el país los procesos de discusión por el desarrollo nuclear en la esfera pública, así como los impactos de la resistencia en los procesos tecnológicos.
La estructura del artículo se divide en cuatro apartados. En el primero se presentan las consideraciones teórico-metodológicas que parten de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología (CTS) y los aportes de la literatura sobre movimientos sociales y política contenciosa. Con el objetivo de promover un estudio holístico de las controversias, en el segundo apartado se revisa el desarrollo y la implementación de la tecnología nuclear en México, lo que impulsaría la construcción de, al menos, dos reactores de potencia. En la primera mitad del tercer apartado se exploran los orígenes de las discusiones en torno la energía nuclear que surgieron a finales de los años setenta y alcanzaron notable visibilidad tras el accidente de Chernóbil en 1986; en la segunda mitad, se analiza la resistencia al proceso productivo de nucleoelectricidad en el escenario pos-Fukushima.
El cuarto apartado presenta una actualización de las discusiones por la producción de nucleoelectricidad en México que analiza dos ejes considerados clave por los sectores promotores y resistentes al desarrollo nuclear: 1) la cuestión del riesgo asociado al proceso productivo de la nucleoelectricidad; 2) la problemática sobre el manejo y la disposición de los residuos radioactivos. Por último, se presentan las consideraciones finales que acentúan las continuidades y las rupturas de las controversias por el proceso productivo de la nucleoelectricidad que han sucedido en México durante las últimas cuatro décadas.
El estudio de las controversias sobre los usos pacíficos de la tecnología nuclear
tomó relevancia en las agendas de investigación durante los años setenta y ochenta,
en relación con las oposiciones que se registraban en contra de esta tecnología en
el escenario global. En el campo de CTS, trabajos como los de
Al estudiar áreas hasta entonces poco exploradas, los trabajos analizaban las
preocupaciones, los posicionamientos y los intereses que surgieron en el devenir de
los conflictos, además del rol del conocimiento y la participación ciudadana. Desde
esta perspectiva, el estudio de las controversias promovía “una comprensión realista
de las políticas científicas y tecnológicas, su contexto social y político, impacto
público […] y los problemas que resultan del desarrollo de políticas públicas en
ausencia de acuerdos definitivos acerca de los potenciales riesgos” (
A partir de estos lineamientos teóricos se toma como base bibliografía sobre
controversias -especialmente aquella que se enfoca en la producción de la
nucleoelectricidad (
Para estudiar la descripción y el análisis de los procesos de la participación
ciudadana en las controversias que conforman el caso mexicano, se incorporaron
herramientas teórico-metodológicas sobre la política contenciosa y los movimientos
sociales (
Al tratarse de una investigación cualitativa, en este artículo se trabajó con fuentes primarias y secundarias, conformadas principalmente por estudios especializados, artículos periodísticos y comunicados institucionales tanto de organizaciones antinucleares como de aquellas vinculadas a sectores promotores del desarrollo nuclear. Además, este proceso se complementó con el trabajo de campo realizado durante mayo, junio y julio de 2018, que incluyó visitas a la Central Nuclear de Laguna Verde del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ) y entrevistas a trabajadores, consultores y representantes del sector nuclear, así como a activistas antinucleares que han participado en las acciones de resistencia realizadas en el país.
A partir de las críticas a la producción de nucleoelectricidad en la esfera pública, se describe y analiza la resistencia al proyecto de instalación de un centro de reactores nucleares en el estado de Michoacán, las protestas contra el proyecto Laguna Verde, el resurgimiento de los cuestionamientos al desarrollo nuclear tras el accidente de Fukushima en 2011 y las discusiones sostenidas entre sectores a favor y en contra de la energía nuclear en la actualidad.
Antes de avanzar hacia la caracterización del sector nuclear en México, es necesario mencionar que la revisión propuesta tiene un carácter instrumental. En este sentido, se presentan, a partir del relevo de las fuentes documentales, proyectos que impulsarían la producción de la nucleoelectricidad en el país, convirtiéndolo en uno de los líderes en desarrollo nuclear en América Latina y en uno de los únicos tres países (junto a Argentina y Brasil) en contar con centrales de potencia.
Los orígenes del desarrollo nuclear en México se remontan a las actividades de la
investigación sobre física nuclear que comenzaron a desarrollarse entre 1940 y 1950,
impulsadas por un grupo de investigadores en materia de física e ingeniería civil
que se especializaron en Estados Unidos y se convirtieron en referentes de estas
áreas, como Manuel Sandoval Vallarta, Alfredo Baños y Nabor Carrillo Flores (
Años más tarde, en correspondencia con un período de intenso apoyo político-económico
al desarrollo nuclear en el escenario global, comenzó en 1964 la construcción del
primer centro nuclear del país. En el predio elegido, ubicado entre las ciudades de
México y Toluca, se pusieron en funcionamiento un acelerador de partículas Tandem
Van de Graaff y un reactor de investigación TRIGA Mark III
De acuerdo con
En 1972 se acordó la construcción de la primera central con tecnología de uranio
enriquecido en México, que sería proporcionada por la compañía estadounidense
General Electric. Esto impulsó una serie de discusiones en el interior del sector
promotor del desarrollo nuclear mexicano, principalmente entre trabajadores del INEN
y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), empresa estatal dedicada a la
producción y la distribución de la electricidad: mientras que los primeros defendían
la elección de un reactor que utilizara el uranio natural como combustible (hecho
que, según su posicionamiento, evitaría la dependencia de una tecnología promovida y
dominada exclusivamente por pocos países en el mundo), los segundos se inclinaron
hacia una tecnología que utilizara el uranio enriquecido, considerada
“económicamente más ventajosa y tecnológicamente mejor probada” (
Finalmente, la opción por el uranio enriquecido prevaleció; pero el proceso de la construcción de la Central Nuclear de Laguna Verde se extendió más de lo previsto y tuvo que superar múltiples obstáculos, incluso problemas económicos que se presentaron en el país durante los setenta y que se intensificaron con la crisis de 1982, cuando se registró un notable incremento de la deuda externa, lo cual impactó en el desarrollo de proyectos tecnológicos capital-intensivos como el nuclear. A pesar de los altibajos políticos y económicos, México continuó su avance hacia la puesta en marcha de su primer reactor de potencia, que se haría efectiva en abril de 1989; sin embargo, este recorrido tampoco estuvo exento de cuestionamientos.
Durante los avances del proyecto de la Central Nuclear de Laguna Verde surgieron
cuestionamientos sobre el desarrollo de la tecnología nuclear, desde finales de los
setenta. En 1980, la Sociedad Mexicana de Física organizó una mesa redonda con el
título “Energía nuclear en un país petrolero”, en la que participaron miembros de la
CFE, el ININ, representantes políticos y docentes universitarios. En las
presentaciones se identificaron posicionamientos que pueden ser caracterizados como
antinucleares; es decir, que pusieron en escena argumentos sostenidos desde entonces
y hasta la actualidad en contra del proceso productivo de la nucleoelectricidad. Así
se desprende, por ejemplo, la intervención de un trabajador de la CFE y director de
la revista de análisis político
Los proyectos de construcción de un centro de reactores experimentales en las inmediaciones del lago de Pátzcuaro, Michoacán, alertaron a los pobladores locales (entre ellos, a los miembros del pueblo purépecha), a los profesionales universitarios y a los intelectuales, quienes se organizaron y cuestionaron no solo la instalación del Centro de Ingeniería de Reactores (CIR), sino también, y en términos más generales, el desarrollo de la tecnología nuclear para la producción de electricidad.
Debido a la creciente resistencia al proyecto, se creó el Comité de Defensa Ecológica
de Michoacán (CODEMICH), que sumó el apoyo de agrupaciones como la Asociación de
Tecnología Apropiada (ATA) y de organizaciones antinucleares de países como Suecia,
Holanda, Francia, Suiza y Estados Unidos (
sí hay fuentes alternativas de energía que, a su vez, posibilitan formas de
organización social menos enajenantes y deshumanizadas, ya que su manejo y control
pueden estar al alcance del hombre. Además de proponer un mayor estímulo a la
exploración de fuentes de energía como las que ya existen: la geotermia, la
termohidráulica, etcétera. Creemos que debe exigirse una mayor inversión para las
fuentes renovables de energía desarrolladas, como la solar o la eólica (
En mayo de 1981, luego de las protestas, la junta directiva del ININ aprobó el avance
del proyecto de construcción de un centro de reactores, pero se descartó como
posible localización el estado de Michoacán (
Tras el terremoto que azotó a la Ciudad de México en 19853
Durante este período se conformó el Movimiento Antinuclear Mexicano, una de las
primeras redes nacionales de organizaciones ambientalistas que se crearon en el país
(
La resistencia se implementó mediante acciones de protesta (que incluyeron
manifestaciones pacíficas en espacios públicos, cortes de calle y acciones
performático-teatrales) y discusiones por el desarrollo nuclear que se dirimieron en
la esfera pública. Acciones como la clausura simbólica de la planta nuclear, llevada
a cabo en 1987 por más de 10 000 personas e integrantes de alrededor de 25
organizaciones ambientalistas, ha sido catalogada como una de las primeras protestas
centradas en la cuestión ambiental que tuvo alcance nacional en México (
Además de presentar la producción de nucleoelectricidad como una actividad riesgosa, costosa y nociva para el ambiente, los movimientos antinucleares se posicionaron en contra de los modelos de toma de decisiones que se consideraban tecnocráticos y reclamaron la apertura de espacios públicos para el debate acerca de la conveniencia del desarrollo nuclear en el país.
En relación con los cuestionamientos más específicos al proyecto de la Central
Nuclear de Laguna Verde, se sostenía que: 1) la tecnología del reactor era obsoleta
y pobremente diseñada; 2) la planta estaba construida sobre una línea de falla
volcánica; 3) emitiría niveles de radiación con capacidad para impactar
negativamente en el ambiente y en la salud humana, incluso en condiciones de
funcionamiento normal; 4) no existía una manera de lograr una disposición final
segura de los desechos radioactivos; y 5) la producción de electricidad de Laguna
Verde sería el doble de costosa que la producida por las plantas convencionales
(
Pese a la resistencia, la construcción de la central avanzó hasta la puesta en marcha
del primer reactor en abril de 1989. Al inicio de la década de los noventa, las
protestas comenzaron a mermar. Como señala
El movimiento fue duradero, muy persistente, pero la planta nunca se detuvo. Y las únicas que persistieron fueron las madres, que cada sábado continuaron plantándose en la plaza central de Xalapa, con una protesta simbólica contra la planta nuclear. Incluso diez años después de su apertura. Es una lucha continuada. Y todos los domingos salía la fotografía en la prensa de la protesta. Entonces tuvo una fuerza simbólica enorme (comunicación personal, 29 de junio de 2018).
En noviembre de 1994 se puso en marcha el segundo reactor, Laguna Verde II. Si bien
ya no se trataba de una resistencia masiva, las críticas continuaron: se
cuestionaban las falencias y las irregularidades en los planes de emergencia para
casos de accidente, así como el riesgo ambiental y las emisiones radioactivas
asociadas a los procesos productivos de la nucleoelectricidad.
Desde 2000, los sectores promotores de la tecnología nuclear han buscado reimpulsar
la producción de nucleoelectricidad al presentarla como una opción para hacer frente
al calentamiento global. Este nuevo impulso se registró en un momento coincidente
con posturas y posicionamientos públicos frente a la energía nucleoeléctrica que,
como aseguran
En este escenario, que ha llegado a ser conceptualizado en términos de “renacimiento
nuclear” (
No obstante, el accidente de Fukushima en 2011 posicionó nuevamente a la tecnología
nuclear en el centro de la atención de los movimientos ambientalistas, de la agenda
pública y de los medios de comunicación masiva, lo que impactó en la reinstalación
de controversias y debates en el escenario global (
A modo de resumen, y en palabras de una histórica activista antinuclear y miembro
referente de las Madres Veracruzanas, la oposición al desarrollo nuclear aún se
sustenta en la idea de que “existen otras alternativas energéticas que pueden
abastecer de energía a nuestro país, con menos riesgos, menor costo y mayor
sustentabilidad” (
De acuerdo con el Balance Nacional de Energía de 2016, el 84.54% de la producción
primaria de energía eléctrica se realizó a partir de hidrocarburos (61.97% de
petróleo, 21.61% de gas natural y 0.96% de hidrocarburos condensados), mientras que
la producción de la nucleoelectricidad en el país representó el 1.61%. En este
escenario de la mayoritaria participación de los combustibles fósiles en la
producción de electricidad, que replica, a grandes rasgos, la situación histórica
del país, se llevaron a cabo proyectos para la construcción de nuevos reactores de
potencia y la extensión de vida de aquellos que se encontraban en funcionamiento.
Después de que los sectores promotores presentaron la producción de la
nucleoelectricidad como “una oportunidad para México” (Academia de Ingeniería de
México, 2009), el gobierno proyectó la construcción de nuevos reactores de potencia,
lo que sería “un proceso de planeación para la generación a quince años” (
Incluso en la primera planeación energética elaborada en 2012, tras el accidente de
Fukushima, la SENER estimó un incremento en la producción de nucleoelectricidad
“principalmente con el objetivo de garantizar la seguridad energética, reducir los
riesgos asociados a la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles y
disminuir las emisiones de GEI
Pese a la existencia de proyecciones formales (que dan cuenta de la presencia e
influencia de los sectores pro-nucleares en los delineamientos de las políticas
públicas sobre la producción de energía eléctrica), no se ha registrado en los
últimos años un avance concreto hacia el desarrollo e implementación de los planes
asociados a los proyectos de la expansión de la producción de nucleoelectricidad.
Incluso desde los sectores promotores, que destacan la potencialidad de la
tecnología nuclear para la producción de energía como alternativa a los combustibles
fósiles, se reconoce que la “industria nuclear prácticamente se ha estancado” (
Aún con el futuro incierto de la producción de nucleoelectricidad (tanto por los
actores vinculados con los sectores promotores del desarrollo nuclear como por los
activistas antinucleares), se han identificado al menos dos ejes que interesan y
ocupan a los actores involucrados en las controversias por el desarrollo nuclear en
México: por un lado, la vigencia de la opción por el mantenimiento o la expansión
del sector nuclear; por el otro, la cuestión del manejo y la disposición de los
residuos radioactivos. Es, precisamente, en relación con estos ejes que se considera
en este artículo que México se encuentra ante dos encrucijadas que, en algún
momento, requerirán definiciones de orden tecnopolítico.
Debido a los proyectos delineados por la SENER para impulsar la producción de
energía, los sectores promotores del desarrollo nuclear en México buscaron
consolidar la conceptualización de la nucleoelectricidad, por un lado, como una
opción viable y confiable para la producción de energía y la mitigación del cambio
climático; por el otro, como una opción clave para la diversificación de la matriz
energética. Esta caracterización se apoyó en postulados pro-nucleares que dieron
cuenta de un proceso de posicionamiento de esta tecnología en el mundo, en un
escenario signado por un aumento de costos de puesta en marcha y operación de las
centrales de potencia, muchos de ellos asociados con medidas y altos estándares de
seguridad requeridos por el sector. Como señala
[…] es una opción de la diversificación de la matriz porque es importante para la
seguridad energética […], pues podría llegar el momento en el que no tengamos los
suficientes recursos para producir la energía que necesitamos. Entonces, por un
lado, está la diversificación. Por otro lado, que es una energía limpia. Tenemos el
compromiso como país para producir energía limpia, reducir las emisiones de
CO2, y tenemos que cumplir con eso. Ahora mismo […] está prevista la
construcción de tres reactores nucleares para finales de 2020. Y eso está
considerado para reducir las emisiones y poder cumplir con nuestros compromisos de
producción de energía limpia (
Desde los sectores promotores del desarrollo nuclear, y en relación con los argumentos sostenidos en el escenario internacional, se promueve la nucleoelectricidad como instrumento para diversificar la matriz energética y mitigar las emisiones que contribuyen con el efecto invernadero; sin embargo, pese a la reorientación de los argumentos pro-nucleares, la controversia dista de estar saldada. Por parte de los actores resistentes, identificados en la actualidad entre miembros de la academia y de la sociedad civil especialmente interesados en la cuestión ambiental, los argumentos no presentan cambios sustanciales respecto a aquellos cuestionamientos sostenidos desde finales de los setenta.
Prevalece aún la percepción y la consideración de la tecnología nuclear como una
tecnología altamente riesgosa, contaminante (que, además, emite gases que
contribuyen con el efecto invernadero durante diversas etapas del proceso
productivo), costosa e innecesaria para la producción de energía eléctrica.
Asimismo, los posicionamientos divergentes no operan únicamente por la negativa y
continúa el reclamo por la elección de fuentes de producción de energía
descentralizadas, conceptualizadas como renovables y ambientalmente sustentables,
entre las que se destacan las energías eólica y solar. En este sentido, la
resistencia se inscribe entre grupos caracterizados por los movimientos a favor de
la democracia energética (
Como señala
En México, la preocupación en torno al manejo y la disposición final de los residuos
radioactivos ha sido identificada y señalada por los grupos antinucleares, incluso
antes de que comenzaran a funcionar los reactores en Laguna Verde (García Gorena,
1989) y se ha extendido hasta la actualidad. Según se expresa desde el activismo
antinuclear, “no hay una solución definitiva para los desechos radiactivos, en
ninguna parte del mundo; esto significa que estamos ante una cuestión de bioética,
ya que no se contempla el riesgo y el bienestar social actual y mucho menos para las
futuras generaciones” (
Sin minimizar la característica de los residuos radioactivos de perdurar y contar con potencial contaminante, los profesionales afines al sector nuclear hacen hincapié en la posibilidad del manejo “seguro y exitoso” que se sustenta en los estrictos controles y procedimientos asociados al tratamiento y la disposición de los combustibles gastados y los residuos radioactivos.
Pues es como todos los desechos tóxicos, químicos, industriales que no decaen, son
para siempre. Es más, los residuos radioactivos están buscando la manera de
reprocesarlos, reducirlos. Además, la nuclear es la única fuente de energía que
confina realmente sus desechos, que se ocupa y preocupa por ellos. Si lo tomas en
cuanto a volumen y por unidad de energía generada, la cantidad de desechos es muy
baja (
A diferencia de aquello que ocurre con otros temas controversiales en materia nuclear, se observa también hacia el interior de los sectores promotores la existencia de cuestionamientos y voces de alerta que presentan interrogantes y que, incluso, pueden llegar a desalentar la expansión del sector mientras no se alcancen acuerdos definitivos.
La comunidad [científica/nuclear] tiende a minimizar el problema de los residuos
radiactivos. Esta es una asignatura pendiente en la que el campo de investigación es
muy amplio […]. Por esto, soy de la opinión de que, mientras no se haya tomado una
decisión, es poco sensato hablar de nuevos reactores. La respuesta de que otras
industrias no toman medidas al respecto me parece una falacia que desvía la
atención, pero no resuelve nada (
Estos posicionamientos divergentes buscan promover mayor investigación en el área e
incluso la consideración de paradigmas alternativos de producción de energía
nuclear. En México (como en el resto de países que cuentan con reactores de
investigación y potencia) los combustibles gastados se almacenan en las
inmediaciones de los reactores nucleares a la espera de una disminución en la
emisión de la radioactividad.
Las controversias que surgieron en México desde finales de los años setenta en torno al proceso productivo de la nucleoelectricidad fueron masivas y lograron, a mediados de los ochenta, una gran visibilidad en la esfera pública, inédita para este tipo de discusiones en América Latina. En un escenario caracterizado por altos niveles de oposición a la tecnología nuclear en el mundo (en relación con los accidentes de Three Mile Island en 1979 y Chernóbil en 1986), como por un creciente interés en la cuestión ambiental en México y América Latina, el movimiento antinuclear mexicano impulsó la resistencia a la producción de nucleoelectricidad con varios impactos. Integrado por grupos heterogéneos de actores (que incluían tanto a los pobladores locales, las organizaciones ambientalistas, los intelectuales y los expertos en diversas áreas del conocimiento), el movimiento antinuclear instaló en la esfera pública las discusiones acerca de los posibles impactos negativos en la salud humana y en el ambiente, asociados al desarrollo de la tecnología nuclear, al que consideraban altamente riesgoso, costoso y con gran potencial contaminante.
Estas continuidades, identificadas con la lucha antinuclear internacional, se articularon con especificidades locales de la resistencia que, según nuestra propuesta, han contribuido a la inédita masividad de las protestas. Por un lado, se analiza que, mientras que a mediados de los ochenta se encontraba en funcionamiento una central nuclear en Brasil y dos en Argentina, no existían centrales operativas en México, pese a las proyecciones que datan desde la década de los setenta; en este sentido, la pregunta impulsada por los movimientos antinucleares sobre para qué incorporar una forma de producción de electricidad considerada altamente riesgosa, ganó espacio en la esfera pública y contribuyó con la instalación de la discusión en la agenda política y mediática.
Por otro lado, se observa (pese a la identificada escasez de estudios al respecto) la
consideración, por parte de actores resistentes, de la construcción de centrales
nucleares desde el punto de vista de la imposición tecnológica de países que
dominaban y exportaban la tecnología nuclear, como Estados Unidos. En este sentido,
los argumentos de la resistencia posibilitan enmarcar al desarrollo nuclear en
términos disímiles que se configuraron en países como Argentina (
Tras la merma registrada en cantidad y periodicidad de las protestas antinucleares hacia finales de la década de los ochenta y los años noventa en México (relacionada con la puesta en marcha de la primera central nuclear y el debilitamiento del movimiento antinuclear tanto en el país como en el mundo), la resistencia antinuclear recobró vigencia tras el accidente de Fukushima. Esto ocurría, además, en un momento en el que los sectores promotores del desarrollo nuclear buscaban dar un nuevo impulso a esta tecnología en el país.
A partir del análisis de los argumentos y los actores que participaron de este nuevo ciclo de protesta antinuclear (aun cuando se registró escasa participación ciudadana y una mayor centralización de la resistencia en las inmediaciones de las instalaciones nucleares), se desprende la existencia de cierta continuidad en la lucha antinuclear en México. En este sentido, se pretenden resaltar tres cuestiones:
1) En primer lugar, es posible afirmar que desde finales de los años setenta la resistencia no solo ha logrado impulsar las discusiones por el desarrollo nuclear en la esfera pública, sino que ha sido clave en los procesos de la conformación del movimiento antinuclear mexicano, uno de los primeros que ha contribuido con la emergencia del ambientalismo en el país y ha impulsado la visibilidad de la cuestión ambiental en la región.
2) La resistencia ha impactado en las formas en las que se llevó a cabo el desarrollo nuclear en México, especialmente en relación con los reclamos de los mayores estándares de seguridad y la elaboración de los planes de emergencia en la región veracruzana.
3) La resistencia promovió impactos recursivos en el hacer colectivo de reclamos, vinculados con la conformación de las redes de protesta, el establecimiento de los repertorios de acción colectiva y la consolidación de argumentos consensuados y compartidos en contra del proceso productivo de la nucleoelectricidad, que se han reactivado tras el accidente de Fukushima en 2011 (y que se encuentran intrínsecamente vinculados con la resistencia de los años setenta y ochenta).
Por último, se identifican dos cuestiones estructurales relacionadas con las controversias por el desarrollo nuclear que se dirimieron en la esfera pública. Por un lado, se observa la existencia de continuidades entre los períodos de promoción del desarrollo nuclear en México y en el mundo, entre los que se destacan aquellos registrados durante los años setenta hasta el inicio de la década de 2000. Aunque a diferencia de lo que ocurre con Argentina y Brasil, el sector nuclear mexicano no se presente como un actor relevante en el complejo de ciencia y tecnología nacional. Por otro lado, el surgimiento de las protestas antinucleares en México ha coincidido con los elevados niveles de oposición a esta tecnología en el escenario global. En términos más generales, se desprende de nuestro análisis que tanto la promoción del desarrollo nuclear como las protestas antinucleares refractan (aunque con especificidades y características propias) aquello que ocurre en el contexto internacional.
En un escenario incierto, tanto por los sectores promotores como por los resistentes al desarrollo nuclear, ¿continuará México apostando por la producción de nucleoelectricidad?, ¿mantendrá sus centrales en funcionamiento u optará por otras alternativas, como reclaman desde los sectores antinucleares y ambientalistas? Más de treinta años de controversias por la producción de nucleoelectricidad permiten inferir que la decisión de continuar con el mantenimiento y la expansión de la Central Nuclear de Laguna Verde no se encontrará exenta de la resistencia en la esfera de lo público. Sin embargo, esto dista de ser una mala noticia. Por el contrario, se trata de una manifestación del ejercicio de la democracia y de la lucha mediante la participación ciudadana en procesos de toma de decisiones que el país deberá enfrentar en algún momento, lo que afectará a las futuras generaciones.
Vinculados principalmente a aplicaciones medicinales y a la generación de energía eléctrica sin la necesidad de utilizar combustibles fósiles.
De sus siglas en inglés
Que reimpulsó los argumentos que señalaban la inconveniencia de construir reactores nucleares en zonas sísmicas y sus inmediaciones.
A las discusiones por las emisiones radioactivas asociadas a las centrales
nucleoeléctricas se sumó en México la controversia por las denuncias de la
adquisición de leche con niveles de radioactividad “muy elevados” (
Sigla que refiere a los gases de efecto invernadero.
Recuperamos la noción de tecnopolítica en los términos que propone
De acuerdo con el OIEA, solo se reprocesa una tercera parte del combustible gastado que se produce en el mundo, mientras que la mayor parte se almacena a la espera de su disposición final.
De acuerdo con el OIEA, solo se reprocesa una tercera parte del combustible gastado que se produce en el mundo, mientras que la mayor parte se almacena a la espera de su disposición final.