prtsPAAKAT: revista de tecnología y sociedadPAAKAT: rev. tecnol.
soc.2007-3607Universidad de Guadalajara, Sistema de Universidad
Virtual10.32870/Pk.a9n16.389Sección especialEurekadabra: ciencia, tecnología y magiaEurekadabra: Sciencie, technology and Magic0000-0003-4868-044XGuevara PezoaFelipe*Universidad Tecnológica de Chile INACAP,
ChileUniversidad Tecnológica de
ChileUniversidad Tecnológica de
ChileInstitución de educación superior
privadaChile
Felipe Guevara Pezoa. Doctor en Biotecnología. Asesor de
Innovación. Dirección de Innovación y emprendimiento.
Mar-Aug20199161130411201822022019Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia
Creative CommonsResumen
Cuando presenciamos un hecho que se califica como mágico o sobrenatural, estamos
frente a un acontecimiento donde, en apariencia, se violan reglas mediante
fuerzas desconocidas. La tecnología nos ayuda a romper las barreras de las
capacidades del ser humano, las amplifica, hasta el punto de acercarse a lo
inexplicable. El presente artículo pretende reflexionar sobre cómo los avances
de la ciencia y la tecnología han generado eventos considerados mágicos, y cómo
se han utilizado históricamente para redefinir lo sobrenatural y, finalmente, de
qué manera los resultados son el motor de la innovación tecnológica.
Abstract
When faced with an event considered as magical, we are facing an event in
which natural rules are apparently broken by the use of supernatural forces.
Technology, on the other hand, helps us to break down the barriers of the
human being's capacities, amplifying them to the point that they seem
supernatural. This article aims to reflect on how advances in science and
technology have made possible those events considered as magical and
supernatural, and how they have been used historically to redefine the Word
supernatural, and finally how magical effects can serve as a driving force
for technological innovation.
Sin profundizar en el tema, se podría pensar que un sistema en evolución cambia con
el tiempo de manera constante, lo cual se reflejaría en una progresión lineal de
desarrollo; sin embargo, está establecido que los procesos evolutivos siguen un
crecimiento exponencial en lugar de una tasa lineal de cambios (De Boer, 2010; Murray, 2004). Esta forma de evolución no está supeditada únicamente a
los procesos biológicos, como la replicación celular o la evolución de las especies,
sino que también la podemos observar en los procesos de desarrollo de los nuevos
conocimientos científicos y de los progresos tecnológicos.
En la década de los sesenta, Gordon E. Moore, cofundador de INTEL, observó que el
número de transistores en un microprocesador crecía exponencialmente al duplicarse
cada dos años. A este descubrimiento se le conoce como la ley de Moore (Denning & Lewis, 2017). Si bien esta ley se
estableció de manera empírica, su funcionamiento se ha comprobado hasta la
actualidad. De manera paralela a la ley de Moore, Kurzweil establece en su ley de
retorno acelerado que en los últimos 100 años hemos avanzado lo equivalente a 20 000
años de progreso, si la tasa de avances tecnológicos sigue un comportamiento lineal
(Kurzweil, 2004).
La mayoría de los avances, descubrimientos y aportes que realizan los investigadores
son sometidos a publicación en revistas especializadas, las cuales son indizadas en
distintas bases de datos para su consulta posterior. Junto a Web of Science (WoS),
Scopus es una de las bases de datos con mayor número de referencias indizadas (Martín-Martín, Orduna-Malea, & Thelwall,
2018; Mongeon & Paul-Hus,
2016). Al indagar en esta base de datos, y como ejercicio de prueba,
fácilmente podemos encontrar que ha existido un aumento exponencial en los últimos
150 años del número de publicaciones que incluyen la palabra tecnología
(technology) en su título, resumen o palabras clave (figura 1).
Evolución en el número de artículos científicos indexados en base de
datos Scopus que presentan en su título, resumen o palabra clave, la
palabra technology. Se presenta línea de tendencia
exponencial, con un R2=0,94
Fuente: elaboración propia con datos de Scopus
Ante este escenario, donde cada vez existe más información acerca del funcionamiento
de nuestro entorno, sería lógico suponer que al mismo tiempo hay menos espacio para
los estudios y publicaciones que tengan como tema central aquello que vaya contra
las leyes de la naturaleza.
Una ley de la naturaleza se puede definir como una hipótesis que ha sido confirmada
con base en la experimentación y es aceptada de forma universal, es decir, que un
fenómeno siempre puede ocurrir si se dan ciertas condiciones (Ayer, 2015). Si pensamos en el hombre primitivo, en la época en
que su supervivencia dependía de la caza y la recolección, vemos a un ser humano en
íntima interacción con la naturaleza; por tanto, la observación y conocimiento de su
entorno eran fundamentales para obtener el mayor beneficio posible de todo lo que
estuviera a su alcance.
A partir de esta observación se dedujo que en la naturaleza existían
fuerzas que podían dominarlo a él y a los demás seres. De modo
que el ser humano comprendió que al controlar estas fuerzas y al infringir las leyes
naturales, podía obtener una posición de dominio sobre su contexto físico. Con la
intención de controlar estas fuerzas, el hombre comienza a practicar diversos
rituales (Atran, 2007), que con el tiempo
darían origen a la magia ceremonial (Forland,
2008).
En la actualidad, el concepto de magia aún conserva el significado de arte o ciencia
oculta que se ejecuta por medio de ciertos actos, palabras o con la intervención de
seres imaginables contrarios a las leyes naturales (Real Academia Española, 2017). Por lo general, siempre llega a nuestra
mente una idea más ficcional de este concepto, relacionada con los ilusionistas y
prestidigitadores. En este sentido, como apunta García-Molina (2011), mientras la ciencia busca explicar los misterios
de los fenómenos naturales, la magia trata de esconder estos principios y, la
mayoría de las veces, los distorsiona. A pesar de estas contradicciones, la ciencia,
la tecnología y la magia han cruzado sus caminos en más de una oportunidad; esta
sinergia ha coadyuvado no solo a la divulgación de distintos avances tecnológicos en
diversas épocas, sino que ha impulsado el desarrollo de tecnologías que en nuestros
días ya son triviales.
El presente artículo expone un breve compendio sobre algunos acontecimientos que, en
otras épocas de la historia, dan cuenta de cómo los progresos de la ciencia y la
tecnología han hecho posibles avances que alguna vez fueron catalogados como
mágicos, y redefinir lo que en algún momento de la historia se consideró
sobrenatural. Veremos cómo la tecnología presentada bajo el concepto de magia ha
detenido guerras; de qué modo la magia ha estado involucrada en los inicios de la
robótica o cómo la mente de un mago proyectó el surgimiento de los efectos
especiales que hoy son comunes en el cine. Y, finalmente, cómo la tecnología se
clasifica en el terreno de lo mágico hasta que se domina y se comprende.
Magia: los primeros robots y asistentes virtuales
Para que un acontecimiento se considere mágico, dependerá de la época y el lugar
donde vivamos, debido a que la interpretación de lo que observamos tiene que ver con
los conocimientos y experiencias que un individuo acumule. La semántica del concepto
magia se modifica en la medida en la que la ciencia y la tecnología avanzan, hasta
el punto de que ambos conceptos puedan relacionarse sin problema.
Al realizar una búsqueda en la base de datos de Scopus sobre los artículos que
incluían la palaba magic en su título, resumen o palabras clave
(figura 2), encontramos que el empleo de
este término se ha incrementado exponencialmente desde el año 1833 (figura 2a). Estas publicaciones abarcan diversas
materias de estudio, las que más utilizan el término son las ciencias físicas, la
química y la ingeniería (figura 2b),
disciplinas que, naturalmente, son desarrolladoras y usuarias de tecnología de
vanguardia.
Artículos científicos indexados en la base de datos Scopus, que
presentan en su título, resumen o palabra clave, la palabra
magic
Fuente: elaboración propia con datos de Scopus
Artículos que utilizan la palabra magic clasificados
por materia de estudio en las que se han publicado los distintos
trabajos
Fuente: elaboración propia con datos de Scopus
El primer valor de la figura 2a, del año 1833,
corresponde a una serie de cartas escritas por el científico escocés David Brewster
y dirigidas a su amigo Sir Walter Scott, la cuales se publicaron en la
Journal of the Franklin Institute y luego en el libro
Letters on natural magic (Brewster, 1834). En estas misivas, Brewster ilustra los distintos
principios científicos y las metodologías que se encontraban detrás de fenómenos
mágicos que en la época se presentaban como sobrenaturales; se trataban temas
relacionados con la óptica, la química y la mecánica. Estas cartas tenían el fin de
proporcionar herramientas a Sir Walter Scott (y al público lector) para construir un
razonamiento lógico frente a las diversas supersticiones de la época.
En las cartas de Brewster, se definía como un hecho mágico todo lo que superara los
límites del entendimiento humano, así como aquello que generara curiosidad y
asombro. En este sentido, uno de los efectos de magia natural que describe Brewster
es la utilización de autómatas, dispositivos muy populares en la época (Sharkey & Sharkey, 2006). Un autómata es
una máquina diseñada para desarrollar automáticamente una secuencia de operaciones o
responder a determinadas instrucciones, aunque algunas de las máquinas más
primitivas estaban diseñadas para entregar la ilusión de autonomía al esconder a
alguien que manipulaba la maquinaria desde el interior.
Uno de los autómatas descrito por Brewster es el que diseñó Thomas Irson, el cual fue
presentado en la corte del Rey Carlos II. Este autómata consistía en una cabeza de
madera capaz de responder mediante voz a distintas instrucciones o preguntas que le
formulaban los asistentes a la corte. Si pensamos en esta situación en el presente,
tal vez una explicación sobrenatural sea mucho más compleja, debido a la presencia
cada vez más común de distintos asistentes virtuales en nuestros hogares, como Siri
o Alexa (software diseñado para auxiliar mediante instrucciones a los usuarios de
los teléfonos inteligentes), los cuales pueden lograr prácticamente los mismos
resultados que el autómata de Irson Brewster, aunque la tecnología involucrada
detrás sea muy distinta.
Mientras que en nuestros días los asistentes virtuales interactúan con nosotros por
medio de algoritmos, micrófonos, conexión a internet y enormes bases de datos, el
autómata descrito por Brewster, en contraste, utilizaba un simple tubo proveniente
desde una habitación continua que se conectaba a la cabeza de madera. Esto daba
todas las facilidades para que un ayudante hablara desde la habitación y se
escuchara que la voz provenía directamente del autómata.
Apertura automática de puertas y el poder de los dioses
Si bien los autómatas ganaron popularidad en la época de Brewster, su invención se
remonta a varios siglos atrás. En Alejandría, durante el siglo I a. C. surgió la
figura de Herón de Alejandría, también conocido como Michanikos (el maquinista)
(McCourt, 2012; Papadopoulos, 2007). Herón fue un prolífico matemático en el
campo de estudio de la superficie y volúmenes de los cuerpos, y un reconocido
ingeniero, responsable, entre otros avances, de crear la primera máquina a vapor y
describir el primer autómata. Otra de sus virtudes era su capacidad de crear
aparatos con aplicaciones prácticas que, a vista de los habitantes de Alejandría, no
podían ser más que el producto del poder de los dioses.
Uno de sus inventos más afamados fue la creación de un sistema de apertura automático
para las puertas de un templo (Papadopoulos,
2007). Al acercarse al templo, el sacerdote encendía una llama en la
entrada para invocar a los dioses, los cuales respondían abriendo las puertas para
permitir la entrada. Tras bambalinas, la llama calentaba un receptáculo lleno de
agua, el cual se encontraba oculto a la vista de quienes acudían al templo; al
producir la ebullición del agua contenida en el recipiente, el vapor generado
accionaba una serie de contrapesos que ponían en funcionamiento un sistema de poleas
que finalmente abrían las puertas.
Herón comprendió que mantener la ilusión de sus creaciones era fundamental para que
siguieran manteniendo la aceptación de quienes las observaban. En el diseño de sus
creaciones, Herón se cuidaba de no levantar sospechas sobre la operación y
mecanismos que había detrás, pues cualquier sobredimensión del tamaño, donde algo se
pudiera ocultar, daría como resultado el escepticismo de los observadores (Murphy, 1995).
Interpretar la tecnología como magia
De los acontecimientos históricos descritos anteriormente, observamos que se
encuentra implícita la interpretación, por parte del espectador, de aquello que
presencia; el conocimiento que posee el observador juega un papel fundamental sobre
el funcionamiento de lo que está viendo.
Hacia 1856, el ejército de Napoleón controlaba parte de Algeria, pero le preocupaba
el levantamiento y creciente influencia de una tribu religiosa conocida como los
morabitos. Los morabitos se jactaban de tener la capacidad de obrar milagros
mediante fuerzas sobrenaturales, lo que les daba la facilidad de influir en otras
tribus locales para que se aliaran y lucharan contra los franceses. Por tal motivo,
el gobierno francés decidió mostrar a los morabitos que Francia era superior en
todo, incluso en el ámbito de lo sobrenatural. Para lograrlo, el gobierno francés
contactó a Jean Eugene Robert Houdin, mago francés y experto en el uso de los
últimos avances tecnológicos de la época con fines recreacionales.
Robert Houdin, conocido como el padre de la magia moderna, actuaba regularmente en su
propio teatro; le encomendaron demostrar a los morabitos el poder de la magia
francesa. Al observar lo que realizaban los morabitos, Houdin se percató que ante
los simples trucos que realizaba la tribu, sus experimentos parecerían milagros. Por
lo tanto, diseñó una ilusión que aterraría a la tribu: invitaba a uno de los
guerreros más fuertes a levantar una pequeña caja de madera; en el primer intento,
la caja era levantada sin problemas, pero tras un pequeño gesto, con el cual Houdin
pretendía quitar toda la fuerza al guerrero, este era incapaz de moverla. Lo que no
conocían los morabitos era la existencia del electromagnetismo, el cual aplicaba
Houdin al activar un mecanismo para que un electroimán provocara la atracción de la
caja hacia el suelo de metal. Como segundo acto, y para aumentar el efecto de
terror, al tratar de levantar nuevamente la caja, el guerrero caía al suelo
convulsionando fuertemente.
El dispositivo estaba preparado para generar, a voluntad del mago, una fuerte
descarga eléctrica hacia quien lo tocara, lo que provocaba el efecto de
electrocución. Los morabitos jamás se habían enfrentado a la electricidad, por lo
que asumían que se trataba de una fuerza sobrenatural. Ante esto, aceptaron que los
franceses eran superiores a ellos y retiraron sus intenciones de enfrentarse a ellos
en una guerra (Collanges, 2014; Roberson, 2016).
Los teatros científicos del siglo XIX
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, los espacios teatrales fueron más sofisticados
debido a la existencia de nuevas tecnologías para los escenarios. Comenzaron a
construirse espacios de mayor tamaño para esconder complejos mecanismos y
asistentes, con el objetivo de crear ilusiones de mayor impacto en el público (North, 2001).
Muchos magos entendieron que la utilización de los últimos avances científicos, en
conjunto con el desconocimiento de su funcionamiento por parte de la mayoría de las
personas, podría brindarles gran material para sus funciones teatrales. Los
presentadores de espectáculos se aprovecharon de las supersticiones que rondaban
entre el público en general en aquella época, exploraron y probaron la utilización
de los oscuros mecanismos científicamente avanzados (North, 2001) que surgían de las mentes de los
inventores.
Por lo tanto, surgió un movimiento teatral que combinaba los conceptos de ciencia y
espectáculo. A estos lugares se les conoció como teatros científicos (Vanhoutte & Wynants, 2017). En algunos de
ellos se utilizaban ilusiones ópticas y juegos de espejos para generar apariciones
fantasmagóricas sobre el escenario del teatro (Lachapelle, 2008 y 2009), lo que
provocaba un efecto muy similar a lo que actualmente conocemos como hologramas.
Estos magos, que se autodenominaban profesores, redefinían el significado de magia y
ciencia, además de que dotaban con un aura de misterio a los avances tecnológicos
con el fin de asombrar al público que asistía a sus espectáculos. Para la mentalidad
popular no existía una clara distinción entre los avances tecnológicos y la magia.
Indistintamente, el público se maravillaba con demostraciones de linternas mágicas,
fantasmagorías o fuegos artificiales. Uno de los magos más activos de la época,
Henri Robin, afirmaba que sin la ciencia la gente ya no se divertiría (Vanhoutte & Wynants, 2017).
La magia y la creación de los efectos especiales en el cine
Los ilusionistas y sus espectáculos se transformaron en una pieza fundamental para la
promoción de la industria cinematográfica. Hacia finales del siglo XIX comenzaba a
popularizarse en Europa la invención del cinematógrafo, principalmente gracias al
trabajo de los hermanos Lumière. La primera presentación pública de su invento se
realizó el 28 de diciembre de 1895; entre los asistentes se encontraba el mago
francés George Méliès (North, 2001).
Méliès, quien había adquirido el teatro de Robert Houdin, buscaba nuevas atracciones
para su espectáculo, por lo que encontró, en el invento de los Lumière, una fuente
de nuevas posibilidades. Cuando intentó adquirir el cinematógrafo, los hermanos se
negaron a vendérselo, porque consideraban que su invento era una pieza más cercana a
la ciencia que al entretenimiento. Ante la imposibilidad de adquirir el
cinematógrafo directamente de los Lumière, Méliès compró aparatos similares de otros
inventores e intentó, al mismo tiempo, construir sus propios prototipos; de este
modo proyectó sus primeros trabajos en el teatro Robert Houdin, en 1896.
Méliès comenzó a buscar la posibilidad de recrear sus espectáculos de ilusionismo en
sus películas. Para esto construyó lo que hoy se considera como el primer estudio de
cine de la historia, el cual contaba con distintos mecanismos que posibilitaban la
puesta en escena. Con el avanzar de las grabaciones, descubrió de forma accidental
la técnica de parado de cámara, mediante la cual podía conseguir efectos de
aparición, desaparición o transformación. También experimentó con la sobreimpresión
de imágenes, ilusión de perspectiva y los fundidos a negro.
Méliès desarrolló una gama de efectos especiales como una forma de aprovechar la
potencialidad de la cámara para sus propios efectos. Si pensamos en lo que realiza
un mago en el escenario, se trata de manipular lo que el espectador ve e interpreta.
Hasta ese momento, los ilusionistas utilizaban en el escenario cortinas y humo para
enmascarar los mecanismos mediante los cuales funcionaban sus ilusiones; pero Méliès
había descubierto una nueva forma de ocultar aquello que no quería que los
espectadores observaran, y así fue como nacieron los efectos especiales.
Ciencia, tecnología y magia en el Renacimiento
Al parecer, el ser humano tiene la inherente necesidad de interesarse por lo
inexplicable y lo sobrenatural. Por esta razón, los progresos científicos y
tecnológicos generalmente van acompañados de la llegada o resurgimiento de las
creencias en lo sobrenatural o mágico (Busch,
Watson-Jones & Legare, 2017; Garrett
& Cutting, 2017; Shermer,
2002). Como ejemplo, podemos tomar en cuenta lo que ocurrió durante el
movimiento cultural del Renacimiento.
Esta época destaca por el surgimiento de un sinnúmero de innovaciones tecnológicas en
diversas disciplinas para dar soluciones a las necesidades de la época, además del
surgimiento de figuras tan relevantes que, hasta nuestros días, admiramos por sus
creaciones y descubrimientos, como Copérnico, Galileo o Leonardo da Vinci.
Una persona cercana a Da Vinci era el matemático renacentista Luca Pacioli, quien
estaba interesado en acercar las matemáticas al público en general. Para esto
recopiló una gran cantidad de principios matemáticos que presentó de forma
entretenida a la gente de la época. Adornó estos principios con presentaciones
dinámicas y atractivas, historias y elementos que los convirtieron en verdaderos
juegos de magia. De esta manera, su trabajo se transformó en lo que hoy se conoce
como el primer libro de magia de la historia, al que Pacioli tituló De
viribus quantitatis (El poder de los números) (Nunes dos Santos, 2014).
El Renacimiento se caracterizó por una reacción a lo que aconteció en la Edad Media,
donde se establecieron lineamientos estrictos en lo moral y lo estético. En el
Renacimiento se exaltó el culto a la belleza y a las capacidades del ser humano, así
como la contemplación de la naturaleza. Esto coadyuvó al establecimiento de la
observación del entorno basado en la ciencia, pero también el resurgir de la
mitología, la magia y la alquimia.
En este período, algunos pensadores comenzaron a reflexionar acerca de la relación
entre los avances tecnológicos y los fenómenos considerados como mágicos. Tomasso
Campanella, uno de los filósofos más influyentes del Renacimiento, describía la
magia como un arte práctico en el que se utilizan las propiedades de los elementos
presentes en la naturaleza para producir efectos sorprendentes e inusuales (Hall, 1993). Es decir, al manipular las causas
naturales de ciertos fenómenos (mediante el desarrollo de la tecnología), el ser
humano podía ir más allá de sus propios límites físicos.
En este sentido, Campanella afirmaba que “la tecnología es siempre llamada magia
hasta su comprensión, pero después de un tiempo se transforma en ciencia común”
(Watson, 1997). De esta afirmación de
Campanella podemos inferir que cuando lo mágico se transforma en ciencia común,
estaremos frente a la adquisición de conocimientos. Con base en las palabras de
Campanella, podríamos reescribir su concepto de magia y tecnología de la siguiente
manera: la tecnología es siempre llamada magia hasta su comprensión, pero después de
adquirido el conocimiento suficiente se transforma en ciencia común. Siglos más
tarde, el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke reformuló esta afirmación en
lo que hoy se conoce como la tercera ley de Clarke: “toda tecnología lo
suficientemente avanzada es indistinguible de la magia” (Clarke, 1973).
Magia y tecnología en la actualidad
El concepto de magia que existía en la época de Herón ha sufrido cambios hasta
nuestros días. Por ejemplo, en la actualidad no nos sorprende que, al acercarnos a
un centro comercial y pararnos frente a la puerta de entrada, esta se abra de forma
automática, ya que la existencia de sensores, motores y rieles son de uso cotidiano,
lo cual ya no es asombroso para el ser humano.
Gran parte de las publicaciones científicas que incluyen la palabra magia,
presentadas en la figura 2, son publicaciones
del campo de la física sobre el ángulo mágico. El ángulo mágico está establecido con
precisión (54.7°), con diversas aplicaciones; por ejemplo, en el área de la
espectroscopia de RMN (Bydder, Rahal, Fullerton,
& Bydder, 2007). Este ángulo mejora la resolución de las imágenes,
pero si ciertas estructuras están orientadas hacia este, pueden generar errores en
las mediciones. En este sentido, lo mágico se identifica a través de los datos que
se consiguen mediante la tecnología; obtenerlos de otra manera sería imposible.
¿Cómo podríamos definir lo que es mágico en la actualidad? De acuerdo con la
reflexión anterior, encontramos que todo aquello que se considere mágico son eventos
en los cuales se transgreden las reglas establecidas en la naturaleza, que generan
asombro o sorpresa. Con el crecimiento exponencial del desarrollo de la tecnología
se concluye que cada vez existen menos barreras que puedan escapar a la lógica y
menos leyes naturales que puedan transgredirse y, por lo tanto, cada vez es más
difícil encontrar la capacidad de asombro. Entonces, ¿qué podría hacer mágicos a los
desarrollos tecnológicos actuales? ¿O cómo se obtendría esa capacidad de asombro con
las tecnologías?
Arturo de Ascanio, un influyente mago español, planteó que un efecto mágico tiene dos
vidas paralelas, a las cuales denominó vida externa y vida interna (De Ascanio, 2011). Por un lado, está lo que un
espectador del efecto mágico ve o percibe y que luego interpreta como mágico (las
puertas del templo se abren por acción de los dioses, son la vida externa), y por
otro lado están los mecanismos o técnicas que permanecen ocultas y permiten la
consecución del efecto mágico (el mecanismo de vapor y poleas, son la vida interna).
De esta manera, para que una tecnología genere el asombro que lograría un hecho
mágico, debería tener estas dos aristas: una vida externa simple, sin importar la
complejidad de la vida interna.
Si tomamos en cuenta las tecnologías más exitosas, y el porqué de su triunfo, podemos
explicarlo a través de la analogía descrita en líneas anteriores: simplicidad de la
vida externa, lo cual que no se relaciona necesariamente con la complejidad de la
vida interna. Por ejemplo, a través de una pantalla táctil se logró disminuir la
cantidad de botones insertados en los teléfonos móviles, lo que hizo mucho más fácil
su utilización; por esta razón, entre muchas otras, los teléfonos inteligentes han
tenido tanto éxito.
La simplicidad tecnológica que se le entrega al usuario no tiene relación con la
complejidad de los componentes de hardware y software que están en los dispositivos
y que hacen posible su funcionamiento. Según De
Ascanio (2011), “debajo de esa vida exterior, de esa vida visible, no
secreta, están ocurriendo cosas continuamente […] Están ocurriendo cosas que son
necesarias”. Esto es lo que han entendido las empresas de vanguardia y los
desarrolladores más exitosos. ¿Quién no ha pensado que el buscador de Google nos lee
la mente al sugerirnos exactamente lo que queríamos buscar? No nos preguntamos por
el complejo algoritmo que funciona detrás de Waze al proponernos la mejor ruta para
ir al destino que le indicamos.
Los avances en el campo de la inteligencia artificial (IA) van en sintonía con las
definiciones anteriores; se ha comprendido que, por encima de los complejos
algoritmos, en los cuales se basa el funcionamiento de sus operaciones, debe existir
una interfaz amigable para el usuario. Así es como lo mencionan Sharkey & Sharkey (2006): el engaño es
parte fundamental en el desarrollo de la IA y la robótica. Estos campos de la
tecnología deben crear la ilusión de conciencia y pensamiento autónomo, aquí radica
el éxito de estas dos variantes. La IA obtiene y prolonga su éxito cuando el usuario
común percibe que la máquina con la que está interactuando es inteligente, e incluso
se da cuenta de que experimenta emociones.
De lo anterior podemos concluir que, tanto la tecnología como un hecho mágico o
sobrenatural, poseen el mismo objetivo, pero en apariencia a través de distintos
medios. Lo que tienen en común es que rompen las leyes de lo natural. Solo un par de
décadas atrás nos parecía imposible cambiar las características o componentes
físicos de nuestro cuerpo, pero los avances en el campo de la genética y la
biotecnología facilitan su manipulación con el fin de modificarlo.
En nuestros días, cada vez es más común implantar dispositivos tecnológicos bajo
nuestra piel, con la finalidad de obtener nuevas características o corregir
falencias (Kim et
al., 2010; Smith,
2008). Un ejemplo es el caso de un hombre de 39 años, dedicado
profesionalmente a los juegos de casino, quien decidió implantar en sus dedos pulgar
e índice pequeños imanes de neodimio que le ayudaban a controlar las caras de los
dados que utilizaba en los juegos, los cuales también habían sido modificados con
imanes en su interior (Kruavit & Numhom,
2008). En la actualidad, los desarrollos científicos nos dan la facilidad
no solo de aplicar implantes subcutáneos, sino de modificar una variedad de rasgos
genéticos mediante la manipulación de nuestro ADN, lo que ha dado origen a una
creciente aparición de biohackers (Sanchez,
2014).
Conclusiones
En conclusión, la tecnología nos ayuda a romper las barreras de las capacidades del
ser humano, las amplifica al punto de que parezcan sobrenaturales. Cabe preguntarse
si el rol de la tecnología en el futuro (y ya se marca en la actualidad) es el de
actuar como una fuerza sobrenatural que fractura cualquier lógica.
De las historias relatadas hemos analizado que la magia, lejos de ser incompatible
con la tecnología, debería ser entendida como su hermana en las artes. Como seres
humanos, desde nuestra época de cazadores y recolectores, nos hemos sentido atraídos
por estas fuerzas y hemos intentado controlarlas. Nos gusta ver que las reglas se
rompen, porque nos ayuda a saber que es posible hacerlo. Al observar un acto mágico,
o a un ilusionista sobre el escenario, nos preguntamos: ¿cómo hizo eso?
Sin embargo, esta pregunta se ha transformado a través de la historia; ahora
pensamos: ¿puedo lograr eso? Entonces deberíamos entender la magia como un arte que
juega un rol movilizador al mostrarnos que existen posibilidades de hacer cosas que
van más allá de lo que hasta ese momento consideramos como sobrenatural, y que las
leyes de lo natural pueden romperse.
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PAAKAT: Revista de Tecnología y Sociedad, año 14, número 26, marzo - agosto de 2024, es una publicación electrónica semestral editada por la Universidad de Guadalajara, a través de la Coordinación de Recursos Informativos del Sistema de Universidad Virtual. Av. La Paz 2453, Col. Arcos Sur, CP 44140, Guadalajara, Jalisco, México. Tels. 33 32 68 88 88 y 33 31 34 22 22, ext. 18775. Dirección electrónica: http://www.udgvirtual.udg.mx/paakat/index.php/paakat. Correo electrónico: paakat@udgvirtual.udg.mx. Editor responsable: Dr. Lázaro Marcos Chávez Aceves. Número de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo del Título de la versión electrónica: 04-2011-111117155600-203, e-ISSN: 2007-3607, otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Sistema de Universidad Virtual, José Antonio Amaro López. Fecha de la última modificación: 29 de febrero de 2024.
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